Hoy, faltan seis días para que acabe el mundo. Es así; y nadie puede evitarlo. Ayer, hace 20 años, el 1 de octubre de 1989, 43 madres dieron abruptamente a luz, reduciendo los nueve meses de embarazo a apenas unos instantes. Siete de esos niños fueron adoptados por el millonario más famoso del mundo: Sir Reginald Hargreeves. El motivo de la insólita adopción, que explicaría el magnate en una multitudinaria rueda de prensa, no es otro que este: salvar el mundo. Pero, como sabemos, el mundo se va a acabar. En seis días.
Cuando termino de ver 'The Umbrella Academy', me zumban muchas cosas en la mente. La mayoría son dulces; alguna también agria. Pero en general me sorprendo de cómo estamos interiorizando a toda pastilla una época dorada para el fantástico adulto como si fuera algo normal. 'Juego de tronos', 'Westworld', 'El hombre el castillo', 'La maldición de Hill House', 'Future Man' o la que nos ocupa, 'The Umbrella Academy'. No es ni medio normal; pero, por acumulación, empieza a parecerlo.
'The Umbrella Academy', como os explicaré a continuación, es una divertida, pero que muy divertida serie de superhéroes insólitamente similar en todo su andamiaje narrativo a 'La maldición de Hill House'. No, no es tan buena. Hablamos de una serie de 8, no de 10, porque le falta ese plus que dio en 'Hill House' contar con un showrunner y director de todos los capítulos en estado de gracia: Michael Donovan. Aquí no hay ningún episodio como 'La mujer del cuello quebrado' o 'Dos Tormentas'. Pero hay un tono medio, un carisma y, sobre todo, un casting que enchufan la mirada y ya no la sueltan.
Con motivo del lanzamiento, tuvimos la ocasión, además, de practicarle un aquí te pillo aquí te mato a David Castañeda. Fue una entrevista de 10 minutos de las de molde de estreno, pero Castañeda estuvo realmente divertido, contándonos cosas como que se llevaba mal con todo el mundo en el rodaje o cuál sería el superpoder con el que se quedaría en el mundo real. La puedes ver ahí abajo.
Lo que sigue, es una inmersión en 'The Umbrella Academy'; serie de superhéroes, sí. Pero también dramedy familiar. Y batiburrillo de géneros según lo que toque a cada momento para mantener alto el enganche. Una serie, repito, que funciona divinamente. Y a la que, también, se le ven las costuras.
Melliza de 'Hill House'
Estoy convencido de que es pura casualidad, porque los elementos tan similares estaban en el cómic. Pero si se para uno a pensarlo, parece realmente que 'The Umbrella Academy' es copiar 'Hill House' con antifaces. Vamos a ello.
- La serie detona con la muerte de un familiar y la reunión de todos los miembros de dicha familia, que llevaban mucho tiempo sin verse. En Hill House eran cinco hermanos. Aquí son siete.
- Uno de los miembros de la familia ha escrito un libro de tremendo éxito que ha provocado el rechazo o como poco la incomodidad del resto. En 'Hill House' fue Steven Crain (Michiel Huisman) aquí es Vanya Hargreeves.
- Hay una gran casa que simboliza las luces y sombras de dicha familia.
- Hay un constante montaje en paralelo para revelarnos hechos del pasado que tienen consecuencias en el presente.
Son una cantidad enorme de elementos estructurales no parecidos, sino idénticos. Pero es que además hay una cuestión de fondo que ambas series trabajan igualmente: las motivaciones e intimidades de los personajes. 'Hill House' fue extraordinaria por múltiples motivos, desde su magistral puesta en escena hasta su intrincado pero nunca abstruso mosaico narrativo ; pero lo fue sobre todo porque la familia Crane es inolvidable. Steven, Luke, Theo, Shirley y Nell se quedan con uno más allá del último episodio.
'The Umbrella Academy' copia la estrategia y acierta igualmente con el torrente de empatía que se siente por los personajes. Es algo realmente curioso, porque esta era de la televisión, con sus arcos argumentales de 10 horas, permiten una hondura en los personajes de la que siempre ha cojeado la narrativa mainstream de la épica, especialmente en el fantástico.
La principal aportación de Peter Jackson en su espléndida trilogía del anillo (¡la primera!) fue cómo tomó esos personajes de un trazo de Tolkien (si excluimos a Gollum y un pelín a Frodo) y les dotó de una tremenda tridimensionalidad. Escenas así fugaces que se me vienen a la cabeza a este respecto: cuando Aragorn se despide de Frodo en el final de 'La comunidad del anillo', cubriendo el Único con la mano para acallar a Sauron y susurrándole a Frodo: "Hubiera ido contigo hasta el final. Hasta los fuegos de Mordor"; o ese Gollum de espaldas a Faramir que horroriza y fascina al príncipe con su monólogo tortuoso sobre su "Querido"; "Smeagol… ¿Por qué llora Smeagol". Fueron estos añadidos los que hicieron que nos tragáramos todo lo demás, porque para sentir una historia hay que sentir a los personajes.
'The Umbrella Academy', como 'Hill House', y con estrategias y situaciones mellizas, logra sobradamente esta meta. Uno acaba enamorado de Luther, de Diego, de Vanya, de Ben y, por supuesto, de Klaus, ese yonqui llorica y maravilloso que ve a los muertos. Pero también, y esto es mucho más raro, de todo el elenco de secundarios. Ese Alfred simiesco llamado Pogo. La madre de los muchachos, una androide llamada Grace asombrosamente interpretada por Jordan Claire Robbins. Hasta los supuestamente villanos, como los estupendos Cha-Cha y Hazel , tienen tiempo para respirar sus personajes y convencernos de su existencia.
¡De hecho, mi momento favorito de la serie sucede completamente al margen de las tramas principales y secundarias. Hazel, un mercenario a sueldo que persigue a los Hargreeves, se pasa coqueteando tres o cuatro capítulos con una madura pero encantadora camarera de un bar de donuts. La camarera en cuestión se siente alagada por el flirteo; por cierto. En una de las visitas de Hazel, este opta por acompañarla a comer. Y ese acompañarla es seguirla a la puerta trasera y salir a un patio con dos sillas bien cutres y los cubos de basura a unos metros de distancia.
En ese panorama tan humilde se sucede un intercambio bellísimo, conmovedor, pero nada edulcorado, sobre los deseos de la vida que vienen y van. La camarera de los amores le dice a Hazel que está a punto de lograr los ahorros para mudarse al campo, cultivar su propio huerto y, tal vez, abrir una panadería. Hazel sonríe y pierde la sonrisa. Sonríe por la belleza simple y pura del sueño y porque sabe que faltan un par de días para el apocalipsis. Le dice lo siguiente: "Sabes, no deberías esperar a terminar de ahorrar. A veces hay que lanzarse hacia aquello que uno quiere".
Yo no sé vosotros, pero parte de mi pasión (y necesidad vital) de ver ficción pasa por encontrarme con momentos así. Momentos de empatía. De humanidad en la mejor acepción posible de la palabra. En 'The Umbrella Academy', como en 'Hill House', los hay a patadas.
Menos loca que el cómic
Un día, la Torre Eiffel se cansa de su estatismo y comienza a moverse. Los parisinos, claro, gritando como locos cuando su símbolo más preciado los transforma en mermelada humana a base de empujarlos de su estructura y precipitarlos al vacío. La alucinógena escena sucede en el primer episodio de 'Apocalypse Suite', el arco argumental de seis números en el que se inspira 'The Umbrella Academy'. Aunque también toma cosas de otros, como la presencia de Hazel y Cha-Cha que vienen del arco 'Dallas'.
'The Umbrella Academy' original, el tebeo, es una versión mucho más loca (y gore) de lo que vemos en la pequeña pantalla. También tiene otro tono; más pulp, más seriebesco pero también más demodé, menos palomitero. Salvando las infinitas distancias, lo que parieron Gerard Way y Gabriel Bá para Dark Horse (y es un cómic MUY Dark Horse) está en la onda de 'Hellboy' y 'La liga de los hombres extraordinarios'. Ofrece una estética y narrativa decimonónica y enloquecida.
Es bien curioso comparar dónde se desvían los tonos partiendo de la misma paleta. Hoy me toca hacerlo en este caso y también en el de 'Battle Angel Alita'. Sorprendentemente, nos encontramos con unas divergencias bien similares y que se deben a lo duras que son ciertas cosas de tragar cuando se hacen en carne y hueso. Es un poco lo que pasa en el remake de 'Resident Evil 2' con la violencia, que cosas que en los viejos gráficos poligonales no resultaban repulsivas, ahora con este nivel de fotorrealismo sí lo resultan y cambian la percepción de una escena en la que los sucesos son los mismos pero su impacto radicalmente distinto.
En la segunda página narrativa de este primer número, se ve el parto de una de las 43 madres. La escena es mucho, pero mucho más grotesca que en la serie, con un bebé ensangrentado en pleno lloro en primerísimo plano. Una página antes, en el arranque, vemos a un luchador hiperpetado zumbándole en el ring a un sobrino de Cthulhu. Número 6, el fallecido Ben Hargreeves, se saca tentáculos del cuerpo poseyendo a monstruos de otra dimensión. Y el malo de esta miniserie, el Director de Orquesta, parece una mezcla entre el 'Nosferatu' de Murnau y 'El fantasma de la Ópera'. La cosa va loca, loca.
Netflix se ha cargado todo este despiporre pulp. Pero a cambio le ha añadido cosas. Es innegable que sus personajes son mucho, pero mucho más interesantes en la serie. Al eliminarle poderes a Klaus, por ejemplo, se logra que sea mucho más empático y enternecedor ; porque de niño solo era un pobre chiquillo aterrado por ver espectros a todas horas, terror que le ha transformado en el simpático despojo que es ya como adulto.
Añadir diversidad racial también beneficia a potenciar los contrastes entre personajes que rivalizan: el temperamental número 2, Diego, funciona mucho mejor como latino al contraponerlo al inmaculado aspecto ario de número 1. Y un personaje como Hazel, que me tiene enamorado, está esculpido con mucho más mimo en la serie.
Y es cierto también que, poniendo los pies en la tierra y centrándose primero en los personajes, hay cosas que chirrían. Funciona mucho mejor la organización de control temporal que se inventa el showrunner Jeremy Slater que esa orquesta enloquecida de hombres con antifaz. Se ha hecho un buen y profundo trabajo de repensar trama y personajes; de quedarse con los elementos que funcionan y descartar los que resultaban incoherentes. Similar (otra vez) a cómo deconstruyó Donovan a la Shirley Jackson de 'Hill House'.
Pero oiga, encontrarse con un zombi alemán, cuyo torso es un pequeño hornillo, controlando una Torre Eiffel desgajada que suelta rayos verdes cual Estrella de la Muerte tiene su aquel. Es uno de esos casos en los que merece y mucho la pena leerse también el original. Porque aunque pasen por hitos similares, la forma de navegar es bien distinta.
La fórmula de la Coca-Cola
Quiero terminar con la parte agria de una serie, lo repito, que me ha gustado mucho. Compro sus personajes, compro su tono ligero, compro su elegante puesta en escena, compro su brío y carisma. Pero siento que está hecha como con el molde, que allí donde 'Hill House' era la obra de un autor, esto es más buena artesanía que obtuvo la luz verde por algoritmo. Mucho se ha escrito sobre el algoritmo de Netflix y su influencia a la hora de asignar presupuestos. En una producción de cientos de series y decenas de películas, es entendible que Netflix aproveche la inmensa riqueza que generamos con nuestros hábitos para descubrir qué puede enganchar más a los usuarios. Pero por el tipo de cinéfilo que soy, me preocupa un show como 'The Umbrella Academy'.
Hubo un par de momentos, creo que en el capítulo 5 y en el 3, en los que las cineastas (abundan muchísimo las mujeres directoras en este show; es una buena noticia) se gustaron con sendos travellings. Pero aunque estaban perfectamente ejecutados, note el regusto a cartón piedra. Me parecieron un recurso; vistoso, sí, pero que estaba allí solo por lo molón, no porque la directora viera esa solución de puesta en escena como la única posible.
Esa misma sensación la extiendo a los pilares que conforman lo que empiezo a percibir como una fórmula Netflix para el entretenimiento mainstream. Primero, casting lo más diverso posible, para apelar a su audiencia mundial y globalizada. Segundo, un toque posmoderno y juguetón, tanto en la elección de la música como en el atrevimiento a plantear momentos grotescos o irreverentes (aunque sin pasarse, como vimos en el apartado anterior. Tercero, elementos fantásticos bien dosificados. 10 episodios de una hora. Empaquetar.
Es injusto decir que la casa de 'Russian Doll', 'Maniac', 'Hi-Score Girl' o 'The Queen' no se arriesga. Se arriesga constantemente; dentro de que su riesgo no es comparable al de una película que depende de la taquilla para rentabilizar el dinero que ha costado. Pero desde el lanzamiento de 'Bright', se detecta ese deseo de Netflix por ser crecientementemainstream. Y le tengo mucho miedo a esa tendencia, porque el valor de la plataforma está en las locuras, en pagarle 'Roma' a Cuarón o 'El Irlandés' a Scorsese. En resucitar 'Cristal Oscuro'. En comprarse 'Evangelion'.
Espero que Sarandos no mienta y realmente este tipo de producciones tan amplias no se conviertan en norma y las rarezas, precisamente, en rarezas, no por lo raro sino por lo escaso. Y tengo una tremenda curiosidad por ver si el Marvel de Netflix, el que se creará a través del Millarworld, caerá en este saco de la fórmula de la Coca-Cola o intentará ser una apuesta mucho más loca. Hablaré pronto de ese universo que va configurando Millar desde la discreción del tebeo; aunque anticipo que soy un enamorado de su 'The Magic Order'; agitar 'El Padrino' y 'Harry Potter' en la misma coctelera es bastante irresistible.
Volviendo a 'The Umbrella Academy', no hay duda: merece la pena verla. Se lo pasa uno estupendamente bien. Pero, a la vez, no se siente uno tocado por algo único. No es 'Hill House'. No es siquiera 'Stranger Things'. Es algo más light y más medido. Un sabor para todos los paladares que recuerda a la anécdota del pollo de 'Matrix'. Gusta; a veces incluso gusta mucho. Pero no marca la vida.
Como anécdota final, me gustaría terminar con el HDR. En serio, Netflix se pasa pero un montón con el rango dinámico en sus originales. Están tan obsesionados conque se vean que lo usan que muchas películas y series tienen un aspecto hiperreal por lo contrastados que están los colores. Que sí, que mola, pero que igual cortarse un poco y no exagerarlo tanto no estaría mal. Valen más los contrastes cavernarios de 'Dark' que esos rojos de los neones y esos verdes de los céspedes y árboles que chillan a los ojos.