Motorola Moto G, el modelo original que vio la luz en 2013, nació con un propósito muy claro: ser el mejor teléfono en relación calidad precio. A pesar de los compromisos, era la recomendación perfecta para quien no quería gastarse más de 200 euros. Un año más tarde consiguió mantener esa posición y ahora, en 2015, vuelven a intentarlo.
Ayer, conocimos de forma oficial todos los detalles que se habían filtrado previamente y alguna que otra pincelada que no había aparecido bajo nuestro radar. No han pasado ni 24 horas de la presentación pero hoy os traemos las impresiones de un terminal que tiene una tarea muy complicada por delante: mantener su título de mejor smartphone por menos de 200 euros.
Renovación descafeinada
A simple vista, no se puede decir que la renovación del Moto G sea muy ambiciosa. Todos apuntaban a que diera el salto a la serie 600 de Snapdragon pero no, se mantiene en 410 y el rendimiento es muy parecido al de la generación anterior. Rápido, ligero aunque algo lento en las animaciones.
Estéticamente las diferencias las encontramos en los altavoces, más pequeños y potentes además de tener una pintura cromada algo mejor acabada. La parte trasera con el patrón de líneas diagonales hace que con el plástico como material principal le dé un acabado sedoso. El marco cromado donde está la cámara es meramente decorativo pero le ayuda a darle un poco más de encanto a la trasera.
El espacio frontal del Moto G sigue dejando unos marcos muy anchos que evidencian que aunque se han hecho cambios por fuera, se sigue manteniendo como un terminal discreto que no busca competir en acabados finos y elegantes. Funciona y además con la resistencia al agua gana enteros. Eso sí, resistente y sumergible, pero no esperes usarlo bajo el agua para grabar vídeo por ejemplo.
Moto G 2015 quiere ser tu primer móvil, no la renovación de tu anterior Moto G. Ese papel lo va a cubrir el Moto X Play.
La pantalla ha ganado en luminosidad de un año para otro y los colores son algo más vibrantes. El ángulo de visión es casi completo pero el cristal frontal da algunos reflejos si tenemos una fuente de luz muy directa, en interior sufre un poco. Se mantiene la misma resolución y en una comparación ojo a ojo se nota una ligera mejora. Ya entraremos en más detalles en nuestro análisis.
En el rendimiento, como decíamos, las sensaciones son idénticas al anterior Moto G. Nada nuevo y más al comparar con la versión de 1GB de RAM y 8 de almacenamiento. La misma experiencia de uso con un Android 5.1.1 con varios fallos de las versiones anteriores resueltos. Es un buen móvil para el día a día pero a la hora de gestionar la multitarea y moverse entre ciertas apps denota un poco de lentitud.
Como en las generaciones anteriores, Motorola pone poco software adicional y eso se traduce en ampliar Assist con algún truco nuevo como una mayor integración con Google Now para utilizar comandos de voz y gestos como agitar el móvil un par de veces para activar el flash cuando queramos utilizarlo como linterna. Pequeños detalles que mejoran la experiencia.
Durante la presentación con un responsable de producto de Motorola, recalcaron que la nueva cámara del Moto G es la misma que usaba el Nexus 6. Es decir, un IMX 214 de Sony que hemos visto en incontables ocasiones. Sin embargo, el sensor no es todo en la cámara y hay un par de aspectos críticos: el software de procesado es diferente y este móvil no incluye el estabilizador óptico de imagen del Nexus.
Las primeras sensaciones, con fotos de interiores, son buenas pero se puede apreciar algo de ruido y un efecto de papel mojado en los detalles cuando vemos la imagen al 100% en los detalles. Enfoque rápido, mismo software en la aplicación de la cámara y suficiente para hacer fotos rápidas pero quizá algo corta si buscamos algo más ambicioso.
El Moto G que esperabas se llama Moto X Play
Fuimos a probar el nuevo Moto G con el modelo del año anterior y también tras haber usado la edición de 2014 durante algo más de diez días, para refrescarnos la memoria. ¿Sigue siendo un terminal atractivo? Sin duda, pero es una renovación discreta y que deja algo tibia.
No hay dudas de que volverá a ser un terminal de referencia por menos de 200 euros pero si ya teníamos un modelo anterior, quizás nos interese más dar el salto a un dispositivo más ambicioso. Sigue manteniendo su espíritu de “mi primer smartphone” o el de “ese móvil para aquel familiar que siempre te está preguntando”. Ambos roles los cubre muy bien pero sigue evidenciando que el Moto G es un teléfono de transición y no para renovar de un año a otro (o cada dos) como pasa con los tope de gama.